
Basilio me escribía muy entusiasmado con su nueva vida. Después de una larga travesía a bordo del Demerara que no le ahorró innumerables mareos, logró reunirse junto a su padre en la gran ciudad de Buenos Aires. Por fin estaba toda la familia unida, imagino que una gran emoción les embargaría a todos ellos. En cuanto lograron tramitar todo el papeleo se establecieron en la vivienda donde vivían el padre y el tío de Basilio, en el barrio de Balvanera. Dice que en este barrio abundan los italianos, que, igual que nosotros, buscan más allá del océano un futuro para sus vidas.
A pesar de llevar poco tiempo allí ya ha conocido a algunas personas que le están ayudando a conocer la cultura de este país. En concreto me habla de un vecino que toca la guitarra y que le ha llevado algún día a ver alguna de sus actuaciones en unos locales que llama milongas, donde la gente baila tangos o valses criollos. Balvanera es un barrio que se presta a esos locales. Dice que su vecino le ha advertido que ande con cuidado de no meterse con según quien. A veces se producen reyertas y peleas de las que más vale mantenerse alejado.
A Basilio, igual que a mí, le encanta la música. Aquí en Galicia disfrutaba mucho cantando y sentía una gran atracción por la música de acordeón. Dice que allí tocan uno al que llaman bandoneón, que es parecido al de aquí pero más cuadrado. Se ha propuesto aprender a tocarlo en cuanto consiga trabajar y ganar para comprar uno de segunda mano.
Me alegro por Basilio. Parece que las cosas le van bien y que inicia una vida muy diferente a la que habría llevado aquí. Le echo de menos pero confío en que me explique más cosas de esta gran capital que destila efervescencia de culturas y pasión musical. Ahora que tengo su dirección le escribiré cuando tenga ocasión.