22/09/1919. Buenas nuevas desde Buenos Aires.

Aunque aún me encuentro un poco congestionado, puedo decir que las pastillas de mi tía me han ayudado a mejorar la salud considerablemente. Se acabaron los sudores nocturnos y con ellos mi miedo a esa dichosa gripe. Apenas han pasado dos días desde que escribí aquí pero en este poco tiempo han pasado un sinfín de novedades. Para empezar, estoy un poco consternado por las noticias que llegan sobre el barco Valbanera, se habla de cientos de ahogados, de decenas de familias españolas que han perdido a sus seres queridos. Todo es un poco confuso, no se sabe a ciencia cierta que ha ocurrido, pero la fatal noticia ya se puede leer en los periódicos. Me horroriza imaginar que pudieron sentir aquellos infelices cuando se dieron cuenta que el buque que les transportaba se iba a pique. Me pregunto si pudieron ser conscientes de tamaña tragedia o si, por el contrario, perecieron sin saber que estaban viviendo los últimos momentos de su vida. Dios los ampare en su seno.

A pesar de esto, estoy convencido de que me encontraría mucho más asustado si no fuera porque he recibido buenas noticias de Basilio. Ahora ya sé que está a salvo. Como dije el otro día, intenté encontrar a algún familiar suyo en la misa de este domingo. Allí estaba su prima que está trabajando de sirvienta para unos señores, aquí en Santiago. Su señora me miró un tanto extrañada por acercarme a ellas en el momento de comulgar, pero finalmente comprendió mis buenas intenciones y la necesidad acuciante de conocer noticias de un buen amigo. Mi alegría se vio expresada en un grito de felicidad que muchas feligresas reprobaron con vehemencia. Más cuando abracé a Rosario haciendo que levantara los pies del suelo. Las miradas de todo el mundo, clavadas en mí, me aconsejaron que me abstuviera de continuar la celebración y contuve el entusiasmo hasta salir. En Platerías Rosario me explicó que había llegado carta de Basilio a casa de sus abuelos y que en ella me dedicaba unas lineas.

Hoy fui a visitar a mis padres a la aldea y aproveché para visitar también a los abuelos de Basilio. Se alegraron de verme. Para ellos soy el mejor amigo de Basilio porque, además de criarnos juntos desde que nacimos, nos hicimos mucha compañía cuando ingresamos como niños del coro de la Catedral y compartimos cuarto en la residencia del pazo de Raxoi. Yo también me alegré mucho de verlos, y les prometí que volvería más veces, a pesar de que la vida en Santiago me tiene bastante ocupado.

La misiva de Basilio estaba sobre la mesa, ellos no saben leer por lo que me pidieron que lo hiciera por ellos. Ya se lo habían pedido anteriormente a don Secundino, el profesor, pero no perdían ocasión de releer todas las cosas estupendas que les escribía Basilio desde Buenos Aires.

escudo bandera buenos aires
LA BANDERA Y EL ESCUDO EN EL PRIMER CENTENARIO DE LA REVOLUCION ARGENTINA, Agustín de Vedia, Imprenta La Bonaerense, Buenos Aires, Argentina, 1911. Biblioteca de Papelera Palermo.

Cuando cogí la misiva se me heló la sangre. Enseguida reconocí la letra de Basilio, quien había escrito en el remite la dirección donde supuse que residía. La calle y el número de la quinta me fueron indiferentes. Lo que me dejó pálido fue leer: «Barrio de Balvanera». En ese momento volví a recordar toda la preocupación que había padecido las últimas semanas y los temores de que mi amigo hubiese naufragado. Y ahora que tenía noticias de él y que podía respirar tranquilo, su epístola me recordaba el macabro accidente del barco Valbanera.

Creo que la vida nos envía señales y en este caso no puedo negar que sentí estar ante una de ellas. Me costó recuperar el aliento. El abuelo de Basilio, notando que una mala cavilación me rondaba el magín añadió unas gotas de caña a mi café, sabedor de que estas cosas se arreglan por la vía espirituosa. Y finalmente leí. Pude hacerlo sin titubear y con gran curiosidad por las cosas que Basilio había vivenciado desde su llegada a la Argentina.

Suena la Berenguela en esta noche silenciosa. Es demasiado tarde para continuar escribiendo. Hoy ha sido un día de grandes emociones y, teniendo en cuenta que aún no estoy del todo recuperado, mi fatiga está pidiendo a voz de grito que le de consuelo a base de descanso. Otro día, más centrado, seguiré explicando lo que he podido leer hoy en la carta de Basilio. Buenas noches.

 

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