26/12/1920. ¡Me ha tocado!

A nuestra interesante reunión de cinco, se añadió al final un sexto que, seduciéndome con su anisado dulzor, acabó haciendo estragos en mi memoria. No recuerdo cómo salimos del restaurante (o si por un casual nos echaron) ni como recorrí la distancia entre el Hotel Suizo y mi domicilio. Tampoco recuerdo la cara que debió poner mi tía al recibirme con semejante turca. Desperté al día siguiente después de dormir la mona, precisamente ocasionada por el mono, o más concretamente, por su espirituoso brebaje.